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El aguacate es un frutal peculiar que, incluso después de desarrollada la cuaja, enfrenta un desafío constante: el aborto de fruta, un fenómeno que puede extenderse hasta la precosecha. En la práctica, muchos agricultores pasan del entusiasmo inicial de observar una buena cuaja al desánimo, al ver cómo los frutos comienzan a caer durante el verano, el otoño o incluso en invierno. Las causas suelen ser claras: estrés, bajas reservas y un manejo nutricional desequilibrado.
Para consolidar una cuaja que se traduzca en cosecha, es fundamental trabajar en varios aspectos clave. El polen, por ejemplo, es determinante. Los huertos que cuentan con más de un polinizante o variedad suelen tener una mayor producción. Esto es especialmente notable en los aguacates tropicales de Colombia y México, donde el monocultivo de la variedad Hass genera inicialmente una cuaja impresionante –parecida a racimos de uva– que luego se ve mermada por caídas progresivas, llevando a cosechas mediocres. Un dato técnico: los frutos formados por polen cruzado con variedades de raza mexicana muestran mayor rusticidad y tolerancia al estrés abiótico, una ventaja que no debe subestimarse.
Otro factor central es la nutrición floral. Los primeros 100 días del embrión son críticos, y durante la floración, los niveles nutricionales suelen bajar, lo que genera una “hambruna” que provoca la caída de frutos. Aportar elementos clave como calcio, boro, zinc y bioestimulantes durante esta etapa no es opcional; es una estrategia necesaria para prevenir abortos y garantizar una cuaja exitosa.
Un tema que no puede pasar desapercibido es el equilibrio entre vigor y vicio. Mientras el primero prioriza la producción de follaje y frutos, el segundo se refiere al crecimiento vegetativo descontrolado. En la práctica agrícola, un huerto vigoroso pero equilibrado debe manejar el nitrógeno con cautela, priorizando elementos como fósforo, potasio y calcio en la fase reproductiva. Si un huerto muestra hojas muy verdes y brotes activos durante la floración, es un mal augurio: probablemente no tenga fruta o la perderá.
Además, la poda juega un papel esencial. Un huerto bien podado minimiza los abortos, permitiendo un equilibrio entre el follaje y los frutos. Al eliminar ramas envejecidas y flores de mala calidad, se fortalece el material que queda, mejorando la nutrición del embrión. Por el contrario, retrasar la poda o mantener fruta vieja compitiendo con la nueva debilita al árbol y fomenta el aborto de frutos.
Por último, está la fisiología del estrés. El calentamiento global ha puesto al aguacate en una posición vulnerable. En climas mediterráneos, las olas de calor y las heladas invernales son desafíos recurrentes. En zonas tropicales, las lluvias prolongadas afectan la fotosíntesis y asfixian raíces, mientras que la sequía provoca defoliación y caída de frutos. La bioestimulación, con productos como extractos de algas, aminoácidos y silicio, ha demostrado ser una herramienta clave para enfrentar estos retos.
Otros factores, como la salinidad, también influyen directamente en el aborto de frutos. La sal envejece los tejidos, afecta la absorción de nutrientes y genera estrés en las raíces. Los agricultores deben estar atentos a análisis periódicos de suelo, agua y savia para tomar decisiones oportunas que garanticen la salud del árbol.
En conclusión, consolidar una buena cuaja requiere un manejo integral que combine polinización cruzada, nutrición balanceada, poda oportuna y estrategias antiestrés. El aguacate puede ser generoso, pero también demandante. No canten victoria con una buena cuaja inicial; cada etapa exige atención y trabajo constante para que el fruto no termine en el suelo.