A pesar de los desafíos impuestos por la restricción de agua, la campaña de aguacate en Olmos sigue avanzando de manera favorable. El fenómeno de La Niña, que afecta al norte de Perú, ha traído consigo una considerable disminución de las lluvias en la cordillera, lo que ha agravado la situación hídrica debido a la colmatación de la presa Limón. Sin embargo, las empresas agroindustriales que invirtieron en la región no fueron sorprendidas. La previsión y planificación han demostrado ser clave en estos momentos de crisis: perforar pozos y construir reservorios ha sido la fórmula para garantizar el suministro necesario y mantener la producción a flote.
Este escenario, si bien es alentador a corto plazo, debe llevarnos a una reflexión más profunda sobre cómo se están planteando los proyectos de irrigación a futuro. Las lecciones de Olmos deberían servir como advertencia. En un país donde la escasez de agua puede convertirse en una amenaza latente para la producción agrícola, no basta con implementar proyectos de gran envergadura si estos no vienen acompañados de una infraestructura hídrica adecuada. Los tranques o represas deben ser una pieza central en cualquier nuevo proyecto. Y no solo es cuestión de construir por construir; es imprescindible que estas infraestructuras se diseñen de manera técnica, lejos de los cauces de los ríos, para evitar la sedimentación y garantizar su longevidad y eficacia.
Si bien la actual campaña de aguacate en Olmos se beneficia de una floración considerable, apoyada por las bajas temperaturas, no todo es perfecto. Los árboles, tras un caluroso invierno en 2023 que los dejó debilitados, están en un proceso de recuperación, y aunque la floración es alentadora, ha llegado con cierto retraso. Esta situación podría tener implicaciones directas en la cosecha, ya que existe la posibilidad de que se solape con los campos más al sur. De ser así, un aumento de los volúmenes en 2024 frente a los de 2023 podría presionar los precios a la baja, afectando tanto a productores como a la industria en general.
La temporada 2024/25 se perfila, entonces, como una campaña ordenada, con los árboles recuperando lentamente su capacidad productiva, un proceso que en el norte del Perú podría extenderse un par de años. Pero las incertidumbres climáticas, sumadas a las tensiones del mercado, nos dejan una clara advertencia: la sostenibilidad de nuestras producciones agroindustriales dependerá, cada vez más, de una gestión hídrica responsable y visionaria. Ignorar esta realidad no solo pondría en riesgo las inversiones, sino también la capacidad del país de seguir siendo un referente en la exportación de productos agrícolas de alta calidad.
Para seguir desarrollando un modelo agrícola competitivo y sostenible, es imperativo que las próximas inversiones en irrigación tengan en cuenta no solo la disponibilidad de agua, sino también la implementación de medidas que mitiguen los efectos de fenómenos climáticos como La Niña. Asegurar el futuro de nuestras cosechas no puede quedar a la deriva de soluciones improvisadas, sino que debe basarse en una infraestructura sólida, bien pensada y resistente al cambio climático.
Alfredo Lira Chirif
Perú
alfredo@agroleal.pro