En la mayoría de los cultivos agrícolas, la urgencia manda. Apenas la fruta se acerca a su madurez, se inicia una cosecha intensa y apurada para no perder calidad ni condición. El aguacate, en cambio, ofrece una oportunidad distinta: la posibilidad de planificar. Y en esa diferencia radica el éxito o el fracaso económico del productor.
Perú representa la excepción a esta regla. La estrategia de cosechar de manera acelerada el 100% de su fruta en apenas tres meses inunda los mercados internacionales, provocando caídas de precio y resultados pobres para los propios agricultores. El temor a la sobremaduración en un clima árido y cálido, sumado a la presión por llegar temprano a Europa, ha llevado a este modelo que termina dañando más de lo que beneficia.
El resto de los países productores debería tomar nota: la buena administración de la cosecha no solo protege el huerto, también asegura mejores precios. Apostar por esquivar la llamada “ventana peruana” es, en la práctica, una estrategia ganadora. Cosechar antes o después de ese momento crítico asegura mejores retornos.
La experiencia muestra que iniciar la recolección con las primeras frutas que alcanzan calibre y materia seca adecuados permite descargar las plantas y proteger la próxima floración. Mantener fertilización y riego asegura que el resto de la fruta siga creciendo, aumentando calibre y calidad. A esto se suma un principio básico: no atrasar la poda, pues de ella depende el equilibrio productivo del árbol en el siguiente ciclo.
El error más común es confundir rapidez con rentabilidad. Una cosecha “al barrer” abarata costos inmediatos, pero sacrifica precio y calibre, los verdaderos determinantes de la utilidad. En cambio, una cosecha escalonada, con dos o tres pasadas estratégicas, aumenta los costos operativos, sí, pero multiplica el valor de la fruta en el mercado. El negocio se define en el precio de venta, no en el costo de la cuadrilla.
Los ciclos de producción también ofrecen señales que no deben ignorarse. La alta producción peruana de 2025, que además se extendió demasiado, traerá inevitablemente una caída de volumen en la siguiente temporada. Chile, por ejemplo, debería aprovechar este respiro apostando a la guarda en 2025–2026, pero no repetir la estrategia en 2026–2027, cuando Perú retome con fuerza su oferta.
El mensaje es claro: cada país debe respetar su ciclo favorable y entender el de sus competidores. Europa lo ha hecho bien al esperar el declive de los envíos chilenos para iniciar su propia temporada en enero y febrero. Del mismo modo, productores en zonas tropicales como Colombia y Kenia deben ordenar sus floraciones para evitar coincidir con la ventana peruana y ganar espacio en mejores momentos del mercado.
En definitiva, administrar la cosecha es administrar el negocio. El aguacate lo permite, siempre que el productor tenga la disciplina de leer los ciclos, cuidar la nutrición, no retrasar la poda y, sobre todo, no dejarse tentar por la falsa economía de cosechar de golpe. La fruta bien planificada siempre se paga mejor. Y ahí, en esa diferencia, está la verdadera rentabilidad.