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El consumo global de aguacate sigue en alza. Países tradicionalmente consumidores mantienen su apetito por este fruto, y nuevos mercados como India y Pakistán comienzan a integrarlo a sus dietas gracias a sus beneficios nutricionales. Sin embargo, detrás del optimismo por esta expansión global se esconde un problema estructural: la calidad en postcosecha del aguacate colombiano.
Aunque Colombia tiene condiciones climáticas ideales para la producción de palta, los reclamos por parte de los consumidores internacionales son crecientes. El fruto colombiano suele presentar daños externos —como manchas, lenticelosis, maltrato y calibres bajos— y defectos internos —como pardeamientos y pudriciones— que lo vuelven poco competitivo. A diferencia del aguacate mexicano, que puede almacenarse y transportarse con mayor estabilidad, el colombiano requiere ser consumido sin esperar su ablandamiento total, en estado semimaduro, lo cual no siempre es comprendido o aceptado por el consumidor final.
La raíz del problema: la precosecha
Uno de los principales desafíos está en los errores de manejo en precosecha. En Colombia aún se cosecha fruta bajo la lluvia o humedad, lo cual favorece la proliferación de hongos. Además, no existe una estandarización adecuada en la medición de la materia seca, provocando que en una misma caja convivan frutos con 18% y otros con 24%, afectando directamente la calidad y consistencia del producto exportado.
La ansiedad por cosechar también genera problemas ya que en cualquier momento pueden atacar plagas que terminan afectando la exportación. En lugar de esperar que la fruta alcance su óptimo desarrollo, como hacen en México mediante múltiples pasadas de recolección, en Colombia se tiende a cosechar apresuradamente. Es fundamental educar a productores y cosecheros en prácticas más pacientes y sostenibles esperando la madurez óptima.
Riego y fertilización: el talón de Aquiles
El régimen de lluvias en Colombia está cambiando, y la falta de sistemas de riego presurizado afecta gravemente la producción. El perfil de suelo colombiano, aunque rico en materia orgánica, sufre de lavado de cationes y compactación por el uso previo en ganadería. La instalación de sistemas de riego modernos permitiría mejorar el calibre del fruto, aportar nutrientes durante toda la temporada y sostener el llenado de fruto durante la temporada seca.
La fertilización también requiere una revisión urgente. El uso continuo de calcio, potasio, magnesio y silicio es indispensable para fortalecer los árboles y disminuir los daños permanente que generan plagas como los marceños y arañita roja. La debilidad de las plantas no tratadas adecuadamente termina bajando la inmunidad y provocando la muerte prematura de los huertos, generando focos de decaimiento difíciles de controlar en climas lluviosos.
Movimiento de suelo y estructura radicular
El movimiento de suelo es otro aspecto olvidado. Mientras que en otros países frutícolas es una práctica común antes de cultivar cualquier hortaliza o frutal, en Colombia muchos huertos se instalaron sobre terrenos compactados por el ganado, impidiendo un desarrollo radicular adecuado. Los camellones, lejos de provocar erosión, han demostrado mejorar el drenaje y oxigenación del suelo si se les permite una maduración previa de dos a cuatro meses antes de plantar. Este cambio estructural es clave para combatir la pudrición de raíces y el envejecimiento prematuro de las plantas.
Manejo de follaje: un tema pendiente
Gran parte de los huertos colombianos presentan una grave falta de manejo del follaje. A los cuatro o cinco años, muchos están emboscados, con producción solo en la periferia y condiciones que favorecen la aparición de líquenes y microalgas dentro del follaje por falta de luz. La poda temprana y estratégica, iniciada desde el vivero con un despunte del eje y continuada en los primeros años, puede fomentar una planta abierta, ventilada y más productiva.
Además, mantener y trozar el material de poda en el suelo enriquece el mulch, lo cual reduce el estrés radicular en temporada seca y promueve microorganismos beneficiosos. El equilibrio entre sistema radicular y follaje es esencial para una planta sana y productiva.
Estandarización y escalamiento industrial
El modelo actual de exportación colombiana enfrenta problemas de heterogeneidad. Un mismo contenedor puede contener fruta de múltiples productores, lo que complica su estandarización y eleva los problemas comerciales. Para mejorar esto, es necesario que las fincas sigan creciendo hasta alcanzar un tamaño industrial que permita mayor homogeneidad y eficiencia.
Lamentablemente, los resultados económicos no han sido alentadores. Con un rendimiento de solo 45–50% de fruta empacable, y mucha de esta con calibres pequeños, la rentabilidad es baja. A falta de un mercado interno consolidado para el aguacate, no exportar a Europa o EE.UU. se convierte en una catástrofe económica.
El riesgo de la floración múltiple y la necesidad de concentración
En zonas tropicales como Colombia, la fenología del aguacate es desordenada, con múltiples floraciones y cuajas al mismo tiempo. Esto genera un desorden en la fenología del cultivo aumentando el número de pulverizaciones ya que siempre se debe proteger alguna camada de fruta por cosechar. A diferencia de Perú, que entrega una gran cosecha concentrada desde mayo hasta agosto afectando los precios en varios mercados, Colombia necesita urgentemente manipular su floración para escapar de la ventana peruana.
Cambios en la nutrición para promover una sola flor y cuaja, eliminación manual de floraciones secundarias, podas estratégicas y el uso del anillado pueden ayudar a organizar los ciclos y concentrar la cosecha desde septiembre a abril, evitando la sobreoferta que genera la presencia peruana en el mercado.
En fin, Colombia tiene todas las condiciones para convertirse en un actor relevante en la industria mundial del aguacate, pero el camino no es simple ni automático. La falta de estandarización, los errores en cosecha, el déficit en manejo agronómico y la débil estructura productiva están lastrando su competitividad. Es momento de realizar un giro profundo en las prácticas agrícolas, adoptando tecnologías modernas, estrategias de manejo adecuadas y una visión de largo plazo.
Si se logra esta transformación, el aguacate colombiano podría dejar de ser percibido como un producto problemático para convertirse en un símbolo de calidad tropical. El cultivo del aguacate difícilmente seguirá creciendo en Chile y USA por la sequía y restricciones medioambientales; por otro lado los países mediterráneos tendrán que enfrentar nuevas olas de calor y vientos que merman la producción. La oportunidad está servida. Solo falta tomarla con seriedad.