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La industria del aguacate en Colombia se encuentra en un punto de inflexión. A pesar de un crecimiento significativo en la producción y la apertura de nuevos mercados internacionales, la realidad en los huertos colombianos revela un desafío profundo: el bajo rendimiento y la calidad irregular de los frutos. Este problema no es un accidente, sino el resultado de décadas de manejo agrícola que priorizó la expansión sobre la innovación.
El sistema tradicional, basado en bajas densidades de plantación con marcos de 8×8 o 7×7 metros, ha dejado a los productores enfrentando árboles demasiado grandes y emboscados. Estos árboles, además de complicar el manejo fitosanitario, producen frutos solo en la periferia, lo que incrementa los costos y disminuye la competitividad. En un mercado global donde los estándares de calidad son cada vez más exigentes, esta situación resulta insostenible.
A esto se suma el efecto del clima tropical colombiano. Aunque estas condiciones permiten el crecimiento acelerado del aguacate, también generan árboles con sistemas radiculares débiles y de vida productiva corta. Para el séptimo u octavo año, muchos huertos comienzan a mostrar signos de agotamiento, limitando la sostenibilidad del cultivo.
La solución a estos problemas no es compleja, pero sí requiere un cambio de paradigma: la transición hacia huertos de alta densidad. Este modelo, como lo demuestra el caso de Agrícola Goliat en Caldas, representa una oportunidad para optimizar la producción, reducir costos y elevar la calidad de la fruta colombiana.
La alta densidad permite plantar entre 600 y 1,000 árboles por hectárea, con marcos que varían según las condiciones del terreno. En laderas cálidas y bien iluminadas, se opta por configuraciones de 5×2 metros, mientras que en áreas más sombreadas se amplía a 5×3 metros. Este enfoque no solo mejora la distribución de la luz dentro del huerto, sino que también fomenta el desarrollo de árboles más homogéneos y productivos.
Los beneficios son claros. En Agrícola Goliat, los huertos de alta densidad han reportado producciones de entre 12 y 64 kilogramos por planta, con frutos de calibre uniforme y excelente comportamiento en la postcosecha. Estos resultados no solo garantizan un producto de calidad para los mercados internacionales, sino que también reducen los costos de producción al facilitar las labores de cosecha y el control de plagas y enfermedades.
Sin embargo, este modelo exige un manejo más intensivo. La poda, el uso de reguladores de crecimiento y técnicas como el anillado se vuelven fundamentales para evitar el emboscamiento y mantener un follaje saludable. Asimismo, se requiere monitorear de cerca la carga frutal para prevenir que cosechas excesivas afecten la inducción floral de la siguiente temporada.
El desafío del emboscamiento no es menor. Los frutos de árboles mal manejados suelen ser débiles, de bajo calibre y con problemas de maduración, características que comprometen la reputación del aguacate colombiano en mercados clave. Por el contrario, los frutos producidos en huertos de alta densidad muestran una maduración uniforme, firmeza adecuada y ausencia de defectos postcosecha, como ablandamientos o hongos.
El camino hacia la modernización está claro. La alta densidad no es solo una alternativa, sino una necesidad urgente para que Colombia consolide su posición como líder en la exportación de aguacates. La transición requerirá inversión y un cambio de mentalidad por parte de los productores, pero los beneficios a largo plazo serán incuestionables.
Es hora de que la industria colombiana dé un paso adelante, abandonando prácticas que ya no responden a las exigencias del mercado global y adoptando un modelo que priorice la calidad, la sostenibilidad y la competitividad. El futuro del aguacate colombiano está en juego, y la alta densidad es la clave para garantizarlo.